miércoles, 8 de diciembre de 2021

Del verde monopolizado a un territorio biodiverso.

  Lynch (1984), expresó que la homogeneidad del espacio urbano produce un paisaje monótono, estéril y carente de identidad propia, que por lo general es producto de la desarticulación entre elementos naturales y la domininación de elementos artificiales. Haciendo referencia a esta cita, la monopolización del vehículo, el cemento, y el acelerado crecimiento no planificado conducen las ciudades hacia la pérdida de la vida natural, lo que pudiéramos considerar como pérdida simultánea de la calidad de vida de las personas que vivimos en zonas urbanas, al depender la segunda de la primera.

  Donde el 60% de la población mundial es urbana, con un crecimiento del 13% hacia el 2050 (ONU, 2021), la demanda de suelo citadino nos invita a reflexionar, ¿En qué tipo de ciudades queremos vivir?. En la medida que aumenta la densidad poblacional, también crecen las necesidades, sumadas a las básicas no cubiertas, y a los nuevos retos y desafíos que supone una ciudad vulnerable a los efectos del cambio climático, a sismos, vulnerabilidad socioeconómica, cultural, política, sanitaria, y su viejo sistema de infraestructura urbana.