La dimensión de la sustentabilidad económica pudiera considerarse una consecuencia tendencial del sistema de producción y la
competitividad del mercado. Sin embargo, la acumulación de riquezas es y pretende continuar siendo el motor que
mueve el mundo, lo que ralentiza cualquier cambio que intenta darse en el
sector y la transformación de los sistemas de producción.
No
obstante, es evidente que a pesar de la resistencia de los sectores
conservacionistas que viven del capitalismo, quienes han basado la acumulación
de fortunas en la industria de los combustibles fósiles y el despilfarro, el
auge y la demanda de nuevas tecnología, limpias y eficientes, logran
posicionarse no tan rápido, pero de manera sostenida.
Una
de las mayores controversias es asignar valor a bienes y servicios ambientales,
para mejorar la toma de decisiones que consideren las particularidades
individuales y sociales, entendiendo que con esto se avanzaría hacia el
desarrollo sustentable. Así lo definen las distintas teorías del desarrollo que
han tenido como base las doctrinas económicas.
“El desarrollo sustentable utiliza
las herramientas de la economía para operativizarse, es decir, para poner en
práctica los elementos que permitan alcanzar esta aspiración o principio ético,
lo que hace a través de dos aproximaciones o enfoques: la economía ambiental y
la economía ecológica”. (Haro A., Isabel T. 2014)[1].
Tanto
la economía ambiental como la economía ecológica tienen como propósito y
objetivo integrar la naturaleza a la economía. Sin embargo, presentan sus
diferencias modales.
“Según el enfoque de la economía
ambiental, la inexistencia de mercados en este tipo de bienes y servicios se
explica por la ausencia de derechos de propiedad bien definidos como sucede en
el caso de los bienes públicos (el aire que respiramos o la capa de ozono) y
los recursos comunes (los bosques abiertos o acuíferos no regulados), ambos se
caracterizan por la no exclusión, es decir, no puede excluirse a nadie de su
disfrute, sin embargo, se diferencian porque en el primero no existe rivalidad
en el consumo, pues su uso no reduce su disponibilidad, mientras que en el
segundo sí”. (Carciofi y Azqueta, 2012[2]).
El
problema que se avista con este enfoque radica en ser una extensión del sistema
económico tradicional donde se utiliza la misma lógica del mercado para dar
valor al ambiente y de esta manera perseguir la calidad ambiental.
En
cuanto a la economía ecológica, su crítica hacia los planteamientos de la
economía ambiental le hace profundizar en los aspectos sociales y ecológicos
que la economía convencional no ha considerado. “La economía ecológica se centra en la naturaleza física de los
recursos y su vínculo con los sistemas que se interrelacionan; toma en cuenta
desde la escasez y la renovabilidad de los mismos hasta la nocividad y el
posible reciclaje de los residuos generados; tiene el propósito de orientar el
marco institucional y generar propuestas de solución (Naredo, 1994[3])”.
Por
la dificultad entre las tres dimensiones del desarrollo sostenible, el enfoque
de la economía ecológica apunta al análisis de los problemas de forma
transdisciplinaria que den respuesta a las problemáticas ambientales y
sociales, reconstruyendo el marco conceptual de la economía a la luz de las
leyes de la naturaleza.
Es
indispensable que el desarrollo económico de empresas, mercados e industrias
camine de la mano con una gestión responsable de los recursos naturales y el
medio ambiente. El desarrollo económico no puede darse a costa de la
destrucción de los ecosistemas naturales, no puede dañar el contexto en el que
vivimos y del cual dependemos.
Tal como plantea
Foladori, Guillermo
(2007) en su artículo Paradojas de la sustentabilidad: ecológica versus social.
que “sólo la reducción de
las fuerzas del mercado, que también implicaría modificaciones
en las relaciones de producción, podría establecer una relación más equilibrada
al interior de la sociedad humana y con la naturaleza externa”.
Y
ciertamente se requiere un cambio en la conciencia del mercado hacia la
reducción de la presión sobre los ecosistemas naturales. Hasta tanto los
grandes poderes económicos que mueven la economía global continúen apostando a
prácticas de negocio conservadoras, sin pretensiones de cambiar su sistema de
producción, difícil encontrar el equilibrio entre la sustentabilidad económica
y ecológica.
Por
otro lado, los bienes y servicios ecosistémicos que brinda el medio ambiente pudieran
tener un valor conferido por su carácter utilitario para satisfacer las
necesidades humanas, tal como propone la economía ambiental.
“Si consideramos que el medio ambiente proporciona una
amplia gama de valores que afectan de forma positiva el bienestar, entonces
podemos decir que adquiere un valor para la sociedad” (Azqueta, 2002)[4].
El valor integral de los recursos naturales solo puede partir de una visión
conjunta entre la información económica y la biofísica, reduciendo la brecha de
información existente entre las relaciones biofísicas de los ecosistemas
naturales y su valor eco-hidrológico. Identificar
los servicios de los ecosistemas proporcionados por una región y evaluar su
contribución al bienestar humano es una tarea de enormes proporciones (Maynard
et al., 2014)[5].
La
economía ecológica por su parte aborda los problemas básicos como retos
elementales que deben superarse a escala sustentable, con distribución justa de
los recursos y derechos de propiedad, y la asignación eficiente de recursos
entre los usos finales del producto que vengan dadas por la capacidad de pago
de las personas. “Aun cuando la
asignación y distribución son tratadas por la economía convencional, la escala
ha sido prácticamente excluida, por lo que es necesario considerar tanto la
asignación como la distribución en torno a la sustentabilidad ecológica
(Costanza et al., 2014; Costanza y Folke, 1997)[6].
Finalmente,
para lograr el equilibrio entre ambas dimensiones deben fijarse los límites
ecológicos de la escala sustentable, estableciendo normativas y regulaciones
que enmarquen el desarrollo económico en la base de esos límites, de manera que
se reorganice con políticas de sustentabilidad, la distribución de forma justa
y equitativa mejorando el acceso a estados de igualdad consensuados en función
del beneficio social, con una asignación eficiente de los recursos del mercado.
[1] Haro A., Isabel T. (Ed.) Sustentabilidad y economía: la controversia de
la valoración ambiental. Econ. soc.
territ vol.14 no.46 Toluca sep./dic. 2014
[2] Carciofi, Ignacio y Diego Azqueta (2012), "Territorio, desarrollo
tecnológico y gestión de recursos naturales renovables: el caso de la
pesca", Investigaciones Regionales, 23, Asociación Española de Ciencia
Regional, Alcalá de Henares, pp. 145-170.
[3] Naredo, José Manuel (1994), "Fundamentos de la economía
ecológica", en Federico Aguilera Klink y Vicent Alcántara (eds.), De la
economía ambiental a la economía ecológica, Icaria, Barcelona, pp. 231-252
[4] Azqueta, Diego (2002), Introducción a la economía ambiental,
McGraw-Hill, Madrid.
[5] Maynard, Simone, David James y Andrew Davidson
(2014), "Determining the value of multiple ecosystem services in terms of
community wellbeing: who should be the valuing agent?", Ecological
Economics (s.p.i.)
[6] Costanza, Robert y Carl Folke (1997), "Valuing
ecosystem services with efficiency fairness and sustainability as goals",
en Gretchen C. Daily (ed.), Nature's services: societal dependence on natural
ecosystems, Island Press, Washington, pp. 49-68.
Costanza, Robert, John Cumberland, Herman Daly,
Robert Goodland y Richard Norgaard (2014), An introduction to ecological
economics, St. Lucie Press, Boca Raton.
Escrito por:
María Isabel Serrano Dina
Publicado:
Jueves 10 de enero 2019,
Santiago, República Dominicana.
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