jueves, 3 de enero de 2019

Consumo y producción sostenible en latinoamérica, ¿Es posible?


¿Es posible hablar de consumo y producción sostenible en la región latinoamericana?

Una granja de crianza libre con gallinas, vacas, cerdos, donde se alimentan y cuidan de manera natural, paseando libremente al sol y la sombra del arbolado. Una finca en la cual los cultivos están mezclados, por compatibilidad en el uso del suelo y absorción de nutrientes, libre de agroquímicos sintéticos, que funciona como la naturaleza lo hace en su estado natural. Una comunidad que se alimenta con productos de manufactura local, con criterios de responsabilidad social y procesos amigables con el ambiente. La autoconciencia para reducir el consumo de productos desechables de un solo uso, para erradicar el uso de productos derivados del petróleo, el aprovechamiento de las aguas grises y su eficientización para el consumo; una empresa que reduce el consumo de papel, que mejora la calidad de vida de sus empleados dentro y fuera de la empresa, que promueve hábitos saludables dentro de la empresa y desarrolla iniciativas para aportar a su entorno en mejora del ambiente y la sociedad.

Una ciudad que aprovecha al 100% los residuos inorgánicos revalorizando los materiales para generar valor y nueva materia prima, reduciendo con esto la necesidad de extraerlos del ambiente; y que procesa lo orgánico para producir abono, con procesos sociales inclusivos y participativos, contribuyendo simultáneamente a la reducción de las fuentes generadoras de contaminación. Un país que trabaja en reducir la pobreza, una de las mayores causantes de la contaminación urbana y rural, apostando a nuevos sistemas de producción que generen alternativas laborales con nuevas ofertas de empleo.


Claro que es posible, y cada vez  más demandado por los consumidores en la actualidad.

 
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Fotografía: Fuente externa
Sin embargo, aún tenemos el mayor porcentaje de la población mundial con hábitos de consumo alineados al sistema capitalista, basado en producir bienes de consumo para movilizar rápidamente la economía del mercado mientras se engrosa la deuda pública, contribuyendo a la generación de más pobreza, en un falso espejismo de bienestar que vende la idea de vivir cerca del desarrollo, rodeado de servicios no accesibles.

Pudiéramos encontrar una definición apropiada de consumo y producción sustentable dependiendo la región en que se contextualice.

En la Europa occidental hablar de hábitos sostenibles de consumo y producción genera una presión importante sobre las capacidades y disponibilidad de recursos que dispone América Latina para adoptar hábitos de consumo y producción sostenible, en gran medida gracias a los incentivos europeos, o la falta de estos en América Latina. La calidad de vida en Europa occidental ostenta un sistema económico desarrollado en el cual la sostenibilidad viene como resultado de un proceso gradual que ha permitido a los países europeos asumir los hábitos por competitividad de mercado y en algunos casos por mejoras en el mismo sistema. Por lo tanto, la consolidación de la economía europea es un aspecto esencial del desarrollo sostenible que permite invertir en mejorar la educación, la tecnología, el medio ambiente y la calidad de vida de su sociedad. Condición que empezó a cambiar ligeramente con el declive económico sostenido desde el 2007. La capacidad económica de una nación hace la diferencia al implementar hábitos más sostenibles.

Para América Latina por el contrario, los desafíos económicos, sociales y ambientales, también culturales, limitan la capacidad de la región para cumplir objetivos de sostenibilidad tanto en la producción como en el consumo. Sin incentivos o programas de apoyo para emprendedores sostenibles, para nuevas inversiones o cambiar procesos antiguados y sucios, resulta más distante la posibilidad de alcanzar las metas ideales de sostenibilidad.

Podríamos además evaluar los países orientales, el Continente Africano y Australia, para entender que la sostenibilidad aún permanece ambigua como concepto aplicable si no se adapta a la realidad de cada territorio. La definición del consumo y la producción sostenible requiere apoyarse de la capacidad real de cada sociedad para implementar hábitos saludables que beneficien las personas y su ambiente, contribuyendo a una economía más sólida y estable.

A modo general, el consumo y la producción sostenible deben contribuir a mejorar la condición y capacidad regenerativa de los recursos naturales, así como a mejorar la calidad de vida de la sociedad incentivando nuevas formas de crecimiento de la economía que tengan como base la ética ambiental y social.



Escrito por: María Isabel Serrano Dina

Publicado:
Jueves 3 de enero 2019,
Santiago, República Dominicana.

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